“Pocas mujeres tejen con la técnica del tapiz Wayuu” |
![]() |
Elaborar
un tapiz es una metáfora de vida para esta tejedora, pues son pocos los
que se dedican a tejer tapices y a conservar esta labor ancestral: “A
mi me enseñó mi abuelita materna, María Iguarán que vivía cerca de la
casa, hasta hace tres años que murió. Ella se esmeraba mucho y, ese
gusto por sus creaciones lo heredé” dijo Castillo mientras nos muestra
una de sus creaciones multicolores.
Lozani forma parte de un reducido grupo de mujeres que se interesan por los tapices, de
hecho dentro de su grupo familiar tan sólo su abuela y ella lo
cultivan, porque es una actividad que es transmitida de generación en
generación por los hombres de las regiones de Sinamaica, Paraguiapoa y
en la Alta Guajira (zona limítrofe), como garantía de preservación de
técnicas ancestrales de vida y cultura del pueblo Wayuu.

Para
ella el tapiz “es una verdadera obra de arte”, por tal motivo, invita a
las mujeres a que se incorporen al tradicional tejido como garantía de
su preservación, al aportar un beneficio económico a su comunidad, en el
cual invierten cerca de un día dedicado para las creaciones pequeñas y,
entre 3 a 4 días para los de grandes dimensiones.
Su
elaboración comienza al colocar en un tambor o aro una loneta que sirve
de base para entresacar los hilos multicolores de algodón y/o
sintéticos, previamente marcados en el diseño, al final se saca del
molde y se cortan las hebras.
El
origen de la técnica se remonta a un hermoso mito cosmogónico que
vincula este oficio a la pureza de una niña que en el paso del
crecimiento hacia la madurez física, recibió de una anciana araña toda
su sabiduría en el tejido. Este arte es una estrategia pedagógica
evocadora de los mitos originarios y de su representación y
supervivencia en el tiempo del pueblo Wayuu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario